viernes, 21 de agosto de 2009

El Viajero Ágrafo

No creo ser el más indicado para hablar sobre el tema, debido a que mis conocimientos en materia de fenómenos lingüísticos y gramáticos son paupérrimos y hasta deplorables, pero aunque me niego rotundamente, y desde el fondo de mi ser, prefiero hablarle del tema a otros compañeros más duchos en el área para que lo expongan por mí, no puedo evitar reflexionar sobre el caso. Les explico:

Días pasados navegando por la red, visitando blogs y cualquier tipo de porquería que en el ciber-mundo se pueda encontrar, me topé con un blog muy particular de un compañero radicado en el exterior, en el cual hay ciertos textos donde nuestro muy respetado amigo hace gala de sus impresiones y aventuras por las más hermosas ciudades de Europa. Pero no vengo acá a hacer propaganda turística sobre los viajes de mi amigo, sino a reflexionar sobre la manera tan horrorosa en la que están escritos los textos del fulano, tomando en cuenta, que al igual que yo, es licenciado en letras (claro está, nuestro título no garantiza una buena escritura) por la muy ilustre Universidad del Zulia, y esto implica que por lo menos, debería tener un conocimiento vago de las reglas básicas de ortografía, y sé que las tiene.

(En la muy ilustre Escuela de Letras muchos estudiantes odian la gramática, no por conocimiento y negación de la regla desde una perspectiva artística, sino por pereza y sinvergüenzura de estudiarla. Yo era uno, no lo niego, pero ahora valoro la gramática y hago lo humanamente posible por estudiarla en mis ratos libres)

Los desfases que observé con terror en los textos del viajero ágrafo corresponden al non plus ultra del mal uso de los signos de puntuación. Lo asombroso del caso no es si los colocaba donde iban o no (según los manuales de composición y estilo, los signos de puntuación, muchas veces, obedecen a las necesidades expresivas de quien escribe). La cuestión muy extraña, es que nuestro viajero ágrafo hacía gala del más ridículo uso del código escrito al estilo de los ciber-escribientes del messenger (para nadie es un misterio que el messenger como nuevo medio de comunicación -impersonal y fraudulenta- maneja su propio código escrito, que ha contribuido, al igual que los mensajes de texto, a un mal uso de la palabra escrita).

Dejo claro que no soy un recalcitrante, ni purista del buen uso de la norma, y hasta soy consciente de que cada medio contextualiza sus normas de comunicación bien sea por economía o por flojera -gracias Berta Vega por aquellas maravillosas clases de Pragmática-, pero de ahí, a hacerme de la vista gorda ante un texto mal escrito, no puedo. Soy de los que mantiene que hay que respetar los contextos y hacer valer sus normas establecidas. Veamos algunas de las joyas:

a.- Aquí todo es muy hermoooooooooooooooso!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
b.- Cuando camino por las calles la gente me mira como con cara de qué??????????
c.- Viajando en tren me he dado cuenta,,,,,,,,,, que el paisaje es muy atractiiiiiiiiiiiiivo……..

Lo anterior es apenas un asomo; no aguanté y salí corriendo de la página.
En el primer caso sentía que la “O” me iba a tragar de un momento a otro y que la emoción del signo de exclamación iba a terminar por convertirse en una bomba de tiempo. No sé si fonéticamente la “O” es una vocal abierta con instintos criminales o el signo de exclamación un misil que cae a tierra. En el caso segundo no puedo ni imaginarme el tamaño de la interrogante: los signos de interrogación se asemejan a ganchos de ropa en fila india o a garfios que flagelan la piel, y en último caso me imagino que la pausa y el suspense creados por la coma y los puntos suspensivos, dejan ver que nuestro muy querido viajero vive en un estado expectante y de meditación rotunda.

Visto lo anterior, no cabe duda que nuestro amigo ha sido víctima consciente de la hegemonía ágrafa que han impuesto los medios de comunicación e información en la red, donde los signos de puntuación son meros elementos de adorno y no de sentido. Esto aunque no lo crean es una artimaña de dominación, recordemos que una coma y un punto mal usados pueden alterar todo el sentido de una oración. Veamos el siguiente ejemplo:

Julio Cortázar escribía: “La coma, esa puerta giratoria del pensamiento”

Lea y analice la siguiente frase:

“Si el hombre supiera realmente el valor que tiene la mujer andaría en
en cuatro patas en su búsqueda”

“Si usted es mujer, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra mujer”.

“Si usted es varón, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra tiene”.
Creo que el ejemplo es taxativo y deja en claro la importante función –no de mero adorno- que cumplen los signos de puntuación dentro de la estructura de una oración y del pensamiento. Pero a nuestro amigo creo que el frio y el esnobismo europeo le congelaron las neuronas, o será que siempre se sienta volando a la computadora, porque otra aventura ágrafa le aguarda a la vuelta de la esquina.

Eduardo Pepper

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